lunes, 21 de enero de 2008

A PROPÓSITO DE LA AMNISTÍA POR EL “ANDAHUAYLAZO”

A propósito de la Amnistía por el “Andahuaylazo”
¿Y A MÍ, POR QUÉ NO ME PREGUNTAN?


En 1780 un tal Condorkanki, con ventaja, premeditación y alevosía hizo prender a una alta autoridad estatal -el corregidor Arriaga- a quien seguidamente mandó ahorcar públicamente en la plaza de Tungasuca. Es decir, todo un homicidio calificado según cualquier código penal. Sin embargo nadie lo registra así, sino como un hecho social. Y es que el móvil no era de índole penal sino de índole político. El ajusticiamiento de Arriaga fue, pues, un “punto de quiebre” histórico entre legalidad contrainsurgente Vs. legitimidad insurgente. Nueve años después, a 20 mil kilómetros de Tungasuca, en París se iniciaba un “violentismo” que implicaría el decapitamiento alevoso de un Rey por la banda “Los Jacobinos”.

Pregunta: ¿Qué diferencia entonces al violentismo homicida de Condorkanki y los jacobinos, del que ejercen los “retacos” o los “injertos” cuando asaltan un banco o secuestran a un empresario? EL MÓVIL (lo cual está clarísimo en la doctrina Valle Riestra). Es, pues, en función al móvil que se distingue el delito político del delito común; o sea a Túpac Amaru de Al Capone. Es por eso, también, que los delitos políticos, dado que entrañan una polémica trascendencia social, son los únicos circunscritos a la potencial amnistía.

Amnistía que no implica un “perdón” (tal como sostiene cierto “experto” de la Defensoría del Pueblo) ni tampoco un “premio”, sino un olvido (“amnesia”) oficial de acontecimientos políticos que, más allá de lo cruento o incruento, generan una ansiedad popular cuyo carácter impugnador dificulta la “gobernabilidad”. Tiene, por eso -la amnistía- una esencia CONCILIADORA.
Por supuesto que este razonamiento lógico es imposible de entender por la “boba derecha peruana”, tal como hace casi medio siglo Raúl Porras Barrenechea denominó a lo que hoy los etnocaceristas llamamos “sector criollo”.

Salvando las distancias históricas, en el caso del “Andahuaylazo” hasta los hechos cruentos son de tipo “defensivos” (ante el ataque a las barricadas por parte de la policía y el ejército) o son efectuados por elementos de las propias fuerzas “del orden” (el famoso “centinela” -Frecuencia Latina dixit). Asimismo, no está demás observar que en su analfabetismo político la reacción instintiva del criollaje periodístico ha sido reducir todo el “Andahuaylazo” a la psicología de la “Gran Sangre” sin siquiera aludir al Manifiesto Político o móvil de aquel hecho: la vladiconstitución, la chilenización, la macro-corrupción y la ineptitud del entonces presidente Toledo gobernando desde Punta Sal… No; eso es tabú. ¿Y saben por qué? ¡Porque esas impugnaciones socio-políticas siguen vigentes!

Por último, todos o casi todos los voceros de la partidocracia criolla (incluyendo a los mentecatos del seudo PNP) se vienen manifestando “naturalmente” en contra, corroborando una vez más el divorcio con la población… pero ni a los reservistas ni a mí nos han preguntado nuestro parecer.
Particularmente no soy partidario que la gesta del “Andahuaylazo” deba olvidarse oficialmente; sin embargo, en pro de la conciliación social, puedo estar dispuesto a aceptarla si con eso se contribuye a robustecer la fe revolucionaria del pueblo, convencido que jamás se olvidará en el imaginario “extraoficial”, o sea popular.


Antauro Humala, desde Piedras Gordas

No hay comentarios: